sábado, 19 de marzo de 2011

ROBERT JOHNSON Y YO


Hablar de Robert Johnson en este blog era inevitable, de hecho llevo días dándole vueltas. Cómo hablar de música sin mencionar al maestro, cómo hablar del maestro cuando ya está dicho todo, cómo no caer en los tópicos, cómo hacerle justicia a un tipo que cambio el devenir de la música contemporánea y estableció la liturgia que acompañaría de manera definitiva al rock’n roll star (sexo, drogas y r’n r). Es más, quién soy yo para hablar sobre el maestro, que te podría aportar sobre su biografía que no puedas conseguir poniendo su nombre en el google. Por eso que hable otro maestro: Dylan. En su obra capital de la literatura contemporánea –Crónicas, Volumen I- dedica el final de su libro a hablar de Robert Johnson y en él explica:
“…antes de que me fuera me regaló (se refiere a J. Hammond) un par de discos descatalogados que supuso que me interesarían. Columbia había comprado los archivos de las discográficas de segunda fila de los años treinta y cuarenta con la intención de editar parte del material. Uno de los discos que me regaló era de los Delmore Brothers con Wayne Rayne, y el otro, King of the Delta Blues de un cantante llamado Robert Johnson.” “…pero no sabía nada de Robert Johnson”
“…y yo lo puse en el tocadiscos para escucharlo. Desde la primera nota, las vibraciones en el altavoz me pusieron los pelos de punta. Los sonidos de la guitarra, cortantes como cuchilladas, casi resquebrajaron los cristales. Cuando Johnson empezó a cantar, parecía como un tipo que hubiera salido con armadura y todo de la cabeza de Zeus. Inmediatamente establecí una distinción entre él y cualquier otro que hubiera escuchado. No se trataba de las canciones de blues habituales; eran composiciones depuradas. Todas constaban de cuatro o cinco versos, y cada pareado se enlazaba con el siguiente, no de manera evidente, pero sí extremadamente fluida.”
“…el fuego de la humanidad ardía en la superficie de aquel trozo de plástico giratorio. Kind Hearted Woman, Traveling Riverside Blues, Come On My Kitchen”.

Su pacto con el diablo, su constante huida de una población a otra como si huyera de algo, su relación con las mujeres, los músicos que conoció en el camino, su vida salvaje y siempre en el filo, su misteriosa muerte en plena juventud…forman parte de mi vida y me trae a la memoria aquella vieja fotocopia de la revista, ya desaparecida SOLO BLUES, que mi amigo Fernando me trajo un día sobre la vida de Robert Johnson que leí una vez y otra, buscando… no sé, quizás un cruce de camino que diera sentido a mi vida.

Yo la seguí hasta la estación con las maletas en mis manos
Es duro contarlo,
todo tu amor fue en vano

Cuando el tren llegó a la estación miré a sus ojos
Me sentí tan solo que podría haber llorado más que nunca
todo mi amor en vano

Cuando el tren dejó la estación dos luces quedaron atrás
La luz azul era mi tristeza y la roja era la de mi mente.
Todo mi amor en vano.


1 comentario:

Ediciones Vion dijo...

Hola, muy buenas, no puedo más que coincidir con Dylan cuando dice "y yo lo puse en el tocadiscos para escucharlo. Desde la primera nota, las vibraciones en el altavoz me pusieron los pelos de punta. Los sonidos de la guitarra, cortantes como cuchilladas, casi resquebrajaron los cristales", autenticas raíces musicales que te trasladan a aquellos campos de algodón.

Un saludo!