Junior Kimbrough: el principio y el final de todas las músicas. Esta acertada frase sirve de epitafio en la tumba de uno de los músicos más extraordinarios que han existido en la historia de la música popular. Esto es un back in black en toda regla, te envidio si todavía no has escuchado este disco porque vas a flipar. Sus canciones son mantras, ritmos hipnóticos de riffs repetitivos, boogies desalmados que te elevan al séptimo cielo y letras descorazonadas que te enseñan todo el dolor de un artista que conoció fugazmente las mieles del éxito a sus 63 años de edad. Este es su tercer disco, y todas las guitarras que escuchas (salvo una colaboración de Kenny Brown en "Lonesome In My Home") son de él, y escucha como el bajista y el batería intentan seguir al maestro con desconcierto, sin saber que giro hará, donde parará, donde empezará y dejará de cantar. Como no podía ser de otra manera el disco se graba en directo para captar esa magia especial; los que han tenido la suerte de verlo en vivo dicen que era capaz de tocar una sola y única canción durante todo el concierto, una sola canción de ¡50 minutos!. El disco grabado en el 93 para el sello Fat Possum suposo la consagración definitiva de Kimbrough que con la pasta que ganó abrió un garito en Chulahoma, Mississippi, donde gente con Keith Richards o Iggy Pop se partían la cara para entrar y verlo tocar cada noche.
Algunas noches me siento en soledad y pienso en lo que me decían mi padre y mi madre: hijo mío, tendrás días tristes y noches solitarias - Sad Days and Lonely Nights de Junior Kimbrough (1930-1998)