De la trilogía inicial sale un Ry Cooder reforzado, con el merecido respeto de la crítica y el resto del gremio. Empieza a sonar como sustituto de Mick Taylor en los Stones, cosa poco probable en un tipo que siempre ha huido de los circos mediáticos. Todos quieren tocar con él, su guitarra da prestigio allí donde suena y todo esto lo refuerza aún más para acometer el resto de la década de los 70 con obras imprescindibles.
Paradise And Lunch (1974) El arranque inicial del disco no
adivina cambio alguno respecto a lo expuesto; es un
viejo tema tradicional de trenes, "Tamp 'Em Up Solid" podría
estar en cualquiera de los tres discos antecesores; el tren, durante los
difíciles años 30, era posibilidad de cambio, de encontrar un sitio en el mundo
donde poder ser feliz. En “Tarttle” el tipo se vuelve más asequible, adopta la
Stratocaster como principal seña de identidad y se observa su acercamiento
claro al soul. "Married Man's a Fool" es un simpático tema blues de
contenido misógeno del ciego bluesman Willie Mctell; Cooder lo renueva con una
estupenda instrumentación, en la que brilla su eterno slide y unos atractivos
coros del soulman Bobby King .
“Jesus on the Mainline” es un
clásico del repertorio gospel que brilla especialmente en esta versión con pretendido
tono reggae; el tema, de principios de siglo XX, vuelve a renacer después de casi un siglo de su creación. Repite fórmula con el clásico de Bobby Womack "It's All Over Now", el resultado es espectacular, y, a
pesar de mi debilidad por este tema y mi devoción a la versión que Rod Stewart
se marca en Gasoline Alley, asumo que es una de las interpretaciones más logradas
que se han grabado y que constatan la grandeza de este humilde guitarrista. El
buen rollo y la energía vital que desprende este disco alcanza un punto álgido
en este middley de temas de insignes autores como el bluesman JB Lenoir y el
productor-pianista-arreglista Jim Dickinson, "Fool for a
Cigarette/Feelin' Good";
acústicas, mandolinas y guitarras eléctrica slide crean un muro perfecto en la
que brilla los nítidos punteos de Ry. "If Walls Could Talk"
del músico de conuntry Bob Miller mantiene el tono de un disco que está entre
mis favoritos de su carrera. Si algo podemos achacar al Paradise and Lunch es
la falta de temas con compromiso social; aquí prima la belleza de la
composición musical -la antropología musical-frente al mensaje, pero se trata temas
de poco calado social y de gran tronío compositivo. Mexican Divorce de Burt Bacharach
es un buen ejemplo; México siempre ha sido un buen lugar para escapar de la
pasma y del desengaño amoroso. Arthur Blind Blake es un genio del blues de
piedmont, ese que se caracteriza por el depurado estilo del fingerpickin’, Ditty
Wah Ditty, es su mejor tema, de esos temas que contenían pasajes de ragtime que
le daban un toque más académico. En este último tema rescata a la leyenda del
piano de jazz negro Earl Fatha Hines,
un clásico nacido a principios del siglo XX y reivindicado por todos los
grandes pianistas de jazz contemporáneos. Un disco que parte de la trilogía
inicial, aperturista y renovador que sigue sin reportarles beneficios
comerciales. Los yanquis son gente curiosa.
Chicken Skin Music
(1976). Me fascina la vida de Huddie
William Ledbetter, alias Lead Belly; un bluesman sin precedentes, un tipo no
encasillable en el blues tradicional ya que nunca se ancló en temas de temática
rural o salmos redentores, se trataba de un tipo que vivía intensamente
en un mundo convulso, sobre el que escribía como un cronista de sucesos, que
prefirió siempre componer una canción sobre un injusticia antes que una de
amor. Es quizás la razón de que Ry lo haya escogido en numerosas ocasiones para
versionar en sus discos. En "The Bourgeois Blues" deja
claro su postura ante la hipocresía de un país que se llama a sí mismo “tierra
de las oportunidades, de la libertad” y “eres maltratado por las clases
medias”. Este tema figura entre los más versionados del ilustre bluesman de los
años 30. El siguiente tema, “I Got Mine”, un blues del narrador de
historias Pink Anderson (que inspiró el nombre de los Pink Floyd), se convierte
en uno de esos temas grandiosos, inspirados en la guitarra y en una
instrumentación que crece a medida que avanza el tema. Pero ahora, por si fuera
poco, me gustaría pararme en lo que considero un momento estelar en la historia
contemporánea de la música: el encuentro entre Flaco Jiménez y Ry
Cooder. No sé en qué taberna de San Antonio se conocieron pero este es el
cruce perfecto, ese acordeón diatónico se convierte en el complemento del
punteo pulcro y exacto de Cooder; los temas "He'll Have To
Go", la versión del “Stand By Me” y la fantástica “Goodnight
Irene” (otra versión de Lead Belly) alcanzan tintes épicos en este
disco. Por sí solos justifican un lugar en la historia de la música. Si bien
considero que la versión del Stand By Me de Leiber – Stoller – King , desencaja
porque pierde la fuerza de la voz solista, no puedo “no más” que quitarme el
sombrero ante la interpretación del ex – Texas Tornado. El resto del
disco se mueve en los términos que ya conocemos con la excepción de la
incursiones en la música hawaiana con notable acierto en “Yellow Roses” y “Cheloe”,
para ello no duda en traerse músicos versados y criados allí donde nació el
estilo. Otro acierto para las alforjas de Cooder.
La cosa sigue bien, en 1977 hace un disco en directo con
ocho temas, Show Time, que reflejan el
estado de gracia de una música que había nacido en la Frontera del Mundo y que
nadie había reclamado hasta ahora.


Disfruten de la banda de Ry Cooder en directo, tal como sonaba en el 77
y no olviden que la música nos hace mejores personas.
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